...Pavlov presentaba la carne al perro mientras hacía
sonar una campana y de ese modo condicionó el comportamiento del animal ante la aparición de esos estímulos; cuando el perro percibía la carne salivaba y cuando oía la campana aún sin estar la carne cerca también secretaba saliva y bilis...Debió pensar Pavlov seguramente que lo mejor sería alejarse de la carne y de todo lo que la representare para así evitar pasar la vida babeando y con ardores! Vivir tentado en lo más instintivo de la conducta; en ese residuo innato e incontrolable que nos conecta con el más atrás significa vivir contra natura. El perro de Pavlov no salivaba ni secretaba bilis intencionadamente; intencionadamente ladraría mordería correría etc. pero uno no hace latir el corazón intencionadamente, ni hace rendir al hígado intencionadamente, ni del mismo modo envejece intencionadamente. Cuando la carne se aproxima demasiado y se nos muestra con descaro o al menos así la percibimos reaccionamos sin control volitivo al despertar la bestia que dormita en lo más recóndito de nuestro genotipo para adueñarse de nuestros impulsos primarios... Hoy en día el perro de Pavlov vive rodeado de carne pero le tienen prohibido salivar bajo amenaza de sanción y rechazo social; y el pobre animal resiste en el continuo estado de ansiedad que produce luchar contra lo que la naturaleza ha creado concienzudamente empleando toda su sabiduría durante millones de años; su instinto!...y venga carne!...carne y campanillas por todos lados!!...y el pobre can tragándose las babas y mordiéndose el rabo si es preciso antes que atreverse a rechistar a pique de que lo coloquen el bozal....y más carne!...y más fingimiento...y más hipocresía! Sin duda debió pensar Pavlov en agarrar a su mascota por el collar emigrar a tierras vegetarianas si las hubiere; que más bien me da a mí que encontrara la mismísima ínsula Barataria antes que un lugar limpio de inmundicia en este triste valle hervidero de tentaciones carnales llamado mundo...
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